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Comunidades abiertas, territorios amigables

Publicado el 21-12-2021

Reflexionando sobre el principio de inclusión: “Situación en la que una persona disfruta de los mismos derechos que cualquier ciudadano/a y participa en la sociedad porque está dentro de ella”, y su contrario, exclusión: “Rechazo de alguien o algo para sacarlo fuera de su grupo”, parece claro que por más esfuerzos que hagan las personas, al final es el grupo el que tiene la clave.

Nuestros pueblos se esfuerzan por ser “Ciudades amigas de la infancia” o “Ciudades amigables con las personas mayores”, con la esperanza de mejorar la calidad de vida de quienes los habitamos. Nos reconoceríamos más como “Pueblos amigos de la infancia” o “Pueblos amigables con las personas mayores”, pero lo mejor sería, Pueblos amigables o Territorios amigables con todas las personas y desde una visión de comarca.

La comunidad somos todas las personas que la integramos y todas, por una u otra causa, pasamos dificultades importantes si no tenemos una red fuerte de apoyo. ¿Y si le damos una vuelta e invertimos nuestros esfuerzos en potenciar esas redes de apoyo que construyen comunidades y hacen que nuestros territorios sean amigables para todas las personas?

Toca unir fuerzas: ayuntamientos, asociaciones, comercio, centros educativos, ambulatorios y personas que habitamos el territorio y las comunidades.

También la administración autonómica que dicta las políticas y la universidad que tiene el conocimiento y el método científico. Toca pensar, probar y proponer modelos que articulen el conjunto de servicios comunitarios para dar soporte a las personas.

En el medio rural no es necesario segmentar, ni diferenciar los servicios por colectivos. Pensemos modelos, activemos recursos y atendamos a todas las personas con una propuesta transversal, mediante equipos multidisciplinares que aporten soluciones integrales a todas las personas que lo precisen.

Centros de día, ni de mayores, ni de menores, sino abiertos, para que además sean un recurso de conciliación para las familias. Telecentros, bibliotecas, polideportivos, comercios, asociaciones… no solo accesibles, sino proactivas a la incorporación de las personas con las que comparten intereses, independientemente de sus capacidades. Y podríamos seguir poniendo ejemplos. Al final somos el grupo, y tenemos la clave. Somos quienes abren o cierran las puertas, ya sea como vecinos y vecinas, o como profesionales.

Toca crear: idear, diseñar, corregir y seguir mejorando nuestros ecosistemas de cuidados. Pensar en la persona, en cada persona con dificultades, analizar con ella las necesidades y su proyecto de vida, y articular modelos de apoyo comunitarios, potenciando su autonomía personal y evitando la institucionalización a partir del equilibrio y la innovación. Esto aportaría mayor valor social.

Desde esta idea COCEDER, red a la que pertenecemos y que lleva 25 años trabajando por un desarrollo más equitativo de los territorios rurales, ha presentado a la convocatoria del Ministerio de Derechos Sociales Y Agenda 2030 el Proyecto Biocuidados; Nuevos modelos de cuidados prestados por la comunidad, centrados en la persona, en entornos rurales.

Un proyecto para diseñar entre diferentes agentes sociales municipales, autonómicos, de la universidad, de las ONG’s, una metodología de trabajo, centrada en persona que le permita el desarrollo de una vida plena en su comunidad; que una vez diseñada se implemente y evalúe los resultados generando procesos de aprendizaje compartido, obteniendo evidencias y recomendaciones. Y desde este aprendizaje elaborar propuestas hacia nuevas políticas públicas para el desarrollo de servicios de apoyo comunitarios.

No es un sueño, es una necesidad.